Las elecciones en Nicaragua no son transparentes: ¿por qué la Argentina es la coartada?
Las elecciones en Nicaragua no son transparentes: ¿por qué la Argentina es la coartada?
"La comunidad internacional tiene que prepararse para subirle el costo a las decisiones [autocráticas] de Ortega", dijo Eric Farnsworth de AS/COA a La Nación.
No es una elección, es solo una votación. La mayoría de los nicaragüenses están convencidos de que los comicios de hoy, en los que Daniel Ortega busca su tercera reelección, no son más que una puesta en escena para darle cierta legitimidad democrática a la deriva dictatorial del presidente. Buena parte de los países de América piensa lo mismo y no duda en calificar el acto electoral de “farsa”. Entre esas naciones no está la Argentina, que ya anunció que “si no hay objeciones de los organismos internacionales que monitorean las elecciones”, reconocerá el triunfo de Ortega.
El problema para el gobierno de Alberto Fernández es que ningún organismo internacional supervisará los comicios. La Organización de Estados Americanos, la Unión Europea y el Centro Carter, que monitorearon otras elecciones presidenciales locales, no participarán esta vez de la votación…
Poco les importa eso al mandatario y a su “copresidenta” y esposa, Rosario Murillo. Su poder hacia adentro es casi total y, hacia afuera, cuentan aún con respaldos públicos de algunos socios como Venezuela, Honduras y Rusia y la ambigüedad de naciones como México y la Argentina, cuya postura de “no interferencia” actúa casi como coartada democrática del régimen.
Del otro lado hay, sin embargo, gobiernos y organismos que, no sin cierta pereza y ambivalencia, lanzan alertas y proponen planes para detener el proyecto dictatorial de Ortega e “impedir que siga dañando a su propia gente”, como advirtió Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas y exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano, en diálogo con LA NACION…
Consciente de la fortaleza de Ortega y su entorno, la oposición apela al recurso de la presión y, eventualmente, el aislamiento internacional para forzar al presidente a devolverle cierto oxígeno democrático a la vida del segundo país más pobre de América latina, detrás de Haití. Pero ese aislamiento está lleno de desafíos.
“Ningunas de las alternativas es buena. Desplazarlo no es una opción. Pero la comunidad internacional tiene que prepararse para subirle el costo a las decisiones [autocráticas] de Ortega, para hacer más difícil que dañe a su propia gente y que siga con la represión. El desafío es tomar medidas que no afecten a la población”, dice Eric Farnsworth, del Consejo de las Américas, desde Washington…