Una de las claves para el desarrollo de Cuba: iniciativa empresarial
Una de las claves para el desarrollo de Cuba: iniciativa empresarial
Estados Unidos puede acelerar el proceso de desarrollo permitiendo la inversión en pequeñas empresas en la isla, escribe la Presidenta y CEO de AS/COA Susan Segal para La Nación.
En las últimas dos décadas, he visto cómo la iniciativa empresarial se ha disparado en América latina, empoderando a los ciudadanos, transformando economías y cambiando vidas. Más importante aún, también están generando empleos.
Uno de los consejos que trato de darles a los nuevos empresarios es que el éxito no lo logra una sola persona, sino un gran equipo. El éxito también depende de proporcionar incentivos, y entre los más comunes está dar a los propietarios participación en el capital inicial.
Ése es uno de los desafíos más importantes para los empresarios en Cuba, que carecen de garantías con respecto a su propiedad y patrimonio, dos elementos clave en el crecimiento de una empresa. Hay otros: la estructura tributaria es onerosa y el acceso a grandes volúmenes de insumos, así como a espacio físico, es limitado. Tampoco hay reglas de juego claras y, naturalmente, al no haber mercados de capital, el crédito es inexistente.
Más importante aún -y exclusivo de Cuba- es que durante casi 60 años la gente ha vivido en una economía planeada, sin ningún concepto de empresa privada.
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Hasta hace poco, el sistema cubano no reconocía el concepto de propiedad de una empresa. La idea de crear riqueza privada era contraria a la revolución. Tampoco existía la educación comercial básica. A pesar de que el gobierno ha comenzado a permitir algunas formas de actividad empresarial privada, la burocracia y las regulaciones continúan siendo obstáculos para abrir y operar una empresa, y sigue habiendo rechazo ideológico por la acumulación de riqueza personal y la desigualdad que conlleva.
Cuba necesita iniciativa empresarial. El Estado cubano por sí mismo no puede generar suficientes empleos para mantener a todos sus ciudadanos. Esto sólo se logrará permitiendo que intrépidos individuos abran pequeñas empresas. El cambio es inevitable, aunque llegará a Cuba a su propio ritmo.
También creo que Estados Unidos tiene un papel aquí. Podemos acelerar ese proceso si además de conceder permisos a norteamericanos para que remitan dinero a sus familiares en Cuba permitimos inversiones en pequeñas empresas en la isla. La reducción del precio de la conectividad también facilitará la iniciativa empresarial cubana.
Hay muchas semejanzas entre las necesidades de los empresarios cubanos y los de otros países del hemisferio, incluso teniendo en cuenta los desafíos particulares que se enfrentan en la isla. Ser empresario empodera al individuo y le permite adueñarse de su destino, y construir un mejor futuro.
Con el tiempo, esos sueños y el espíritu indómito de los propios cubanos impulsarán el cambio. Pero ahora es fundamental apoyar las primeras señales de pujanza empresarial donde quiera que surjan. Son esos incipientes empresarios en Cuba quienes pondrán las bases para la creación de empleos y ahorros, y el impulso del muy necesario crecimiento para su país.
Lea el artículo en La Nación. La versión original de este artículo fue publicada en la edición de otoño 2014 de Americas Quarterly.